14 sept 2015

ENTRE LAS ROCAS

Hacia una día extraño, de tiempo quiero decir. 
Nubes negras en el horizonte amenazaban lluvia, pero el hecho de que algunos rayos de sol se escaparan alegremente de entre la oscuridad nos animó a coger la barca de todas formas. 

No era la primera vez que salíamos ante la perspectiva de una tormenta y acabábamos disfrutando de un hermoso día de sol. El mar estaba completamente llano y no había demasiado viento así que a lo único a lo que nos arriesgábamos era a acabar completamente calados. Sin pensarlo dos veces, cogimos los bártulos, con alguna toalla de más, por si las moscas, y salimos.

Treinta minutos más tarde llegábamos a una pequeña cala en la que había solamente un par de barcas. Eso era lo bueno de aquellos días, el tiempo inestable hacía desistir a mucha gente de navegar dejando el mar prácticamente desierto. Por eso a nosotros nos gustaban precisamente esos momentos, no podías disfrutar de un sol radiante pero si de la soledad y la tranquilidad que esta te brinda. Era casi como disponer de una playa privada.