Sentada frente a una copa de vino blanco en el cómodo sillón de piel negro y ante la perspectiva de, a excepción de los baños y la cocina, la totalidad del local, me sentía preparada para intentar averiguar que sucedió exactamente tal día como hoy, nueve de septiembre, del año 2007, en el mismo lugar y aproximadamente a la misma hora, dónde ahora me encuentro.
Fue durante una de esas típicas quedadas post vacacionales, que utilizábamos como excusa para básicamente, cotillear sobre los affaires veraniegos de cada uno de nosotros.
Aquel día nuestro punto de encuentro habitual permanecía cerrado por vacaciones, así que nos desplazamos unas cuantas manzanas hasta llegar al café Adonis. El sitio estaba completamente lleno y recuerdo que tuvimos que esperar alrededor de 15 minutos antes de poder sentarnos en una de las mini mesas redondas situadas en el centro del local,
justo debajo de aquella lámpara atrapa sueños de aros circulares y bombillas rellenas de anaranjado hilo incandescente.
Marcos acababa de aterrizar de un viaje existencial por tierras Brasileñas, dónde, entre otras cosas, seguro menos excitantes, las exuberantes autóctonas le habían ayudado sobremanera a superar ciertos tabúes que ahora no vienen al caso.