27 feb 2016

TEAM BUILDING

Parece ser que se ha puesto de moda esto de hacer cosas "distintas" con los compañeros de trabajo. "Team building" creo que lo llaman, lo que vendría a ser trabajo en equipo en castellano de toda la vida. Y además parece ser que esto tiene que servir para fomentar la cooperación, la comunicación, el buen rollito y no sé cuántas gilipolleces más. Cuando todos sabemos que en realidad se trata solo de una excusa para salir a hacer alguna actividad totalmente banal, en la que, si hay alguna botella de vino mucho mejor, y durante la cual, lo que hace cualquier hijo de vecino es básicamente intentar pasarlo lo mejor posible con la gente del curro con la que ya se lleva bien y evitar al máximo a aquellos que no soporta. Pues bien, mi empresa no podía ser menos y decidió preparar algo diferente y original para la cena de navidad. Una actividad en la que todos pudiéramos trabajar conjuntamente, en armonía, como un verdadero equipo para alcanzar metas comunes y garantizar el éxito. ¡Memeces! Ya me explicaran para qué coño necesitan diez personas que trabajan en una cadena de montaje aprender a trabajar en equipo. En fin, que allí nos encontramos, un grupo de diez personas con muy pocos intereses en común dispuestas a intentar, o al menos a aparentarlo, que aquella velada no se convirtiera en un infierno.
Aun así cabe decir que el sitio me gustó. Prometía, ¡y mucho! Justo entrar había un pequeño recibidor, tras el cual, se encontraba la única sala del local decorada en un estilo chic natural muy a la moda. Una chica nos recibió muy amablemente entregándonos unos delantales corporativos la mar de monos. Una vez engalanados para la ocasión nos trasladamos al fondo del establecimiento dónde nos esperaba una impecable cocina con una gran isla de mármol blanco impoluto sobre la que se alojaban varias tablas de cortar con sus respectivos cuchillos y gran cantidad de alimentos perfectamente distribuidos en boles de distintas formas y tamaños.


A pesar de lo apetitoso que parecía todo aquel material, yo deseaba únicamente que llenasen la copa de vino para poder evadirme lo antes posible de los comentarios que soltaba el personal. 

Y creo que no era la única, puesto que las copas tardaron muy pocos minutos en vaciarse y volverse a llenar varias veces. La chica, Luisa, se llamaba, empezó a explicar en qué iba a consistir la velada. Básicamente teníamos que conseguir preparar todos juntos una serie de platitos tipo tapa de los que, una vez finalizado el trabajo, disfrutaríamos en una entrañable cena de hermandad. ¡Idioteces otra vez! Si no éramos capaces de no discutir mientras nos comíamos un triste bocadillo a las ocho de la mañana, aquello iba a resultar imposible. 


Tras las explicaciones de la muchacha cada uno escogió la tarea con la que se sentía más cómodo y empezamos a trabajar. 

Al principio parecía que todo andaba bien. Solo algunos compartían funciones. La mayoría nos centramos en intentar hacer lo mejor posible y de forma autómata lo que se nos había encomendado. Pocas palabras, algunas risas y mínima interacción. Hasta que a Soledad le dio por hacer lo que mejor sabia, incordiar.
Cada vez que ella hablaba yo notaba como el vino fluía alegremente por mis venas y mis dientes empezaban a chirriar. Me di cuenta que mientras la mano izquierda acercaba una y otra vez la copa a mis labios, la derecha apretaba con demasiada fuerza el cuchillo. Su forma de hablar estaba despertando instintos no muy amigables en mí. Odio cuando la gente se pone cuqui. Sobre todo cuando se trata de malas putas envidiosas, trepas y perversas, que intentan esconder en ese tonito alegre de cancioncilla Disney un pensamiento de superioridad y desdén.


Cuando tras media hora de aguantar desaires y continuas acotaciones de menosprecio, Ulises le clavó el cuchillo de carnicero en la yugular, no me sorprendí, llevaba todo ese tiempo imaginándome que lo hacía yo misma.

Y tampoco me asombraron los comentarios de los compañeros:
̶ ¡Dios! ¡Menos mal que la has hecho callar!
̶ No soportaba ni un segundo más su vocecilla de rata chillona.
̶ "¡No lo estás haciendo bien!” ̶ “¡Eso no va ahí!”. Ñiñiñiñiñiñi ̶ decían poniendo una voz ridícula e imitando sus gestos mientras el resto reíamos sin parar.

A todo esto, el cuerpo inerte de Soledad seguía tirado en el suelo con el chuchillo de Ulises incrustado en el cuello. La sangre salía a borbotones generando un gran charco que estaba poniendo todo perdido.

̶ Bueno habrá que hacer algo con esto, ¿no? ̶ dijo alguien.

Nos miramos los unos a los otros esperando buscando en los ojos de los demás la inspiración. 

̶ ¿Y si la cocinamos? 
̶ Esto iba de eso. 
̶ De cocinar.
̶ Cierto es. Bien visto

Surgió así, de forma espontánea y conjunta. No sabría especificar el autor explícito de cada una de aquellas frases. 


Tras aceptar displicentemente empezamos todos, ahora sí, a trabar en equipo. 

Mientras unos subían el cadáver a la encimera, otros empezaron a afilar los cuchillos. La desnudamos, la descuartizamos, la deshuesamos y después la cocinamos. 




Brocheta de muslo y cherries con crema de gorgonzola y nueces. 


Mini-tatin de vísceras y champiñones con mozzarella fresca. 



Tartar de abdomen y aguacate con mayonesa verde y pistachos. 


Crujiente de sobrasada de brazo y miel. 


Crostini de carne picada, peras caramelizadas y balsámico. 

Cuando el menú estuvo listo nos sentamos a la mesa y disfrutamos del banquete a lo grande. ¡Dios! Que buena pinta tenía todo. Todavía babeo al recordarlo. Todas aquellas tapitas distribuidas a lo largo de la extensa mesa. ¡Lucia tan bonita!, ¡Tan llamativa! Con todas aquellas sillas de colores presidiendo los sabrosos platitos. 

Mmmmm. Creo que fue la mejor cena de mi vida. 

Supongo que por eso de que cuando las cosas están hechas por uno mismo y con amor todo sabe mejor. Oix, me ha salido un pareado, ¡Que gracioso!

Debo reconocer que al final la actividad resultó ser todo un éxito. Y que todas esas cosas que se pretendían conseguir, se lograron. Colaboración, trabajo en equipo, compañerismo, comunicación, garantizar el éxito… 

Bien, no, garantizar el éxito, no lo logramos. Estábamos todos tan absortos en hacer desaparecer el cadáver que nadie se percató de que Luisa, la monitora, se había escabullido para avisar a la policía. 

Y por eso estamos hoy aquí señor juez.


"Mil gracias infinitas a Anna Barbany y 
Sandra Jiménez, mami de The Galgui Troupe por prestarme sus magnificas fotos. 
Sois fantásticas." 

6 comentarios:

  1. La fantàstica Anna28/2/16 11:42

    Jijiji! Sang i fetge... com a tu més t'agrada!! Un plaer poder participar en aquest súper projecte!! Només espero que jo no fós la Sole... :-S

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    1. Tu saps que no! De fet no hi ha ningú tan horrorós en el nostre equip com per acabar com la pobre Sole! ;)

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  2. Laia, simplemente impresionante! Me ha encantado tu historia "real"!!! Tu si que eres fantástica!
    The Galgui Troupe

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  3. El millor sense cap mena de dubte! Refrescant, corrosiu... BRAVO! (Però jo crec que Team Building és "Fer equip"... Diga-li! 😉)

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    1. A mi també es dels que més m'agrada, encara que crec que no es la opinió general....somos raritos... aceptemoslo!

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